Las entradas están ordenadas cronológicamente de abajo a arriba.

Sur de Azerbaijan.

El mismo tren nos devuelve al punto hasta donde habíamos llegado en bicicleta. Pedaleamos ahora por el Sur, donde se concentra la mayor actividad agrícola del país. Aquí, los campesinos tratan de vender sus productos al pie de la carretera y cualquier ocasión es buena para intentar llenarnos las alforjas con los más variados productos: granadas, melones, membrillos e incluso algún hermoso pescado.

Baku.

Para acercarnos a la capital elegimos el ferrocarril. Desde las ventanillas del destartalado tren, observamos un desolado paisaje que no invita al pedaleo. Obsoletos sistemas de sondeo se encargan de extraer fluidos de las entrañas de esta tierra y una compleja red de oxidadas tuberías de distribuirlas vete a saber dónde. A las horas, empezamos a ver los primeros suburbios de la gran ciudad.
Durante tres días paseamos por esta moderna ciudad, donde los omnipresentes Ladas, comparten asfalto con turismos y todoterrenos de lujo. También aquí la telefonía móvil hace furor y los numerosos escaparates se encargan de mostrar los últimos modelos.

De nuevo el Islam.

Cambiamos de valle para evitar así el denso tráfico que se dirige a Baku, la capital. El paisaje cambia bruscamente y desaparece por completo la vegetación. También las costumbres de la población cambian. Hasta el momento, a pesar de encontrarnos en pleno Ramadán en un país de mayoría musulmana, no teníamos ningún problema para encontrar comida, ni con nuestra vestimenta. Ahora, cuando nos dirigimos para el Sur de nuevo velos, mujeres de largo y llamadas a la oración. Incluso en casa de Ana, a pesar de que ambos vestimos pantalones piratas, soy yo el recriminado por ir enseñando pantorrilla.
-¿Estaré revolucionando a las mujeres de la casa?-.

A los pies del Cáucaso.


Desde que cruzamos la frontera, acompañamos a las montañas del Cáucaso en su camino al Mar Caspio. La cordillera va perdiendo altura, aun así, los picos de más de cuatro mil metros nos muestran sus blancas cimas. - ¿Quizá las primeras nieves de la temporada?-
Pedaleamos por una de las carreteras más bellas del viaje, que se abre paso entre frondosos bosques de hayas, robles y arces, paraíso éste de numerosos pájaros carpinteros que tamborilean en busca de larvas. También parece ser el hogar de numerosos mamíferos, como lo atestiguan numerosos animales muertos en la carretera.
Durante el día pedaleamos con unos agradables 20-25 grados, pero en cuanto se pone el sol, en las noches de tienda, la temperatura nos obliga a buscar esas prendas que teníamos olvidadas en el fondo de las alforjas.

A la primera de cambio.

Normalmente, cuando cambias de país te sueles encontrar un poco perdido: nuevas costumbres, distinto idioma, valor de la moneda...
La primera noche en el país, colocamos la tienda junta a la casa de esta simpática familia. Mientras ayudamos a pelar avellanas, nos enseñan las primeras palabras en azeri. Por suerte, comparten muchas de éstas con el turco, por lo que desempolvamos nuestro escueto vocabulario aprendido por aquellas tierras.
Por suerte, nuestro pasaporte cuenta con la pertinente visa de entrada (realizada en Estambul), pero no muestra la mínima señal de una posible visita a la vecina Armenia, enemiga irreconciliable. Y menos mal, pues la policía se toma con celo la cuestión.
- Have you visited Armenia?- .
- Que no, canso, que no!!!-
A la sombra de nogales, robles y avellanos, pedaleamos de nuevo por un país musulmán. Estamos en pleno mes de Ramadán y nos asaltan las primeras dudas.
- Serán muy rigurosos con lo que marca el Islam?.-